Guillermo Sarzosa buscó a su padre durante una año |
La conversación continuó: “Dígame algo característico de su papá”.
Respondí: dos tatuajes. La voz al otro lado de la línea confirmó: “sí,
uno es de un dragón”. No hubo dudas. Era mi papá. El tatuaje que tenía
en el brazo derecho se lo hice yo.
Llegué a la Morgue a la hora de almuerzo, así que tuve que esperar para
que me ayudaran. El primer paso del reconocimiento fue una foto
realizada cuatro meses después de la muerte de mi padre. Lo primero que
se me ocurrió es que lo encontraron en ese momento, pero no fue así.
Todo el tiempo estuvo en la Morgue. Estaba lacerado, su cuerpo había
adquirido una tonalidad café, en descomposición. Estaba desnudo. Cuando
por fin lo vi, sentí cosas difíciles de definir, sentimientos
encontrados.
Hice la denuncia de la desaparición, y nunca hicieron nada. Nunca me
llamaron. Ahora dicen que sí lo hicieron, pero ellos saben que no fue
así, se quieren limpiar las manos. No entiendo por qué no lo hicieron.
El cuerpo de mi padre estaba identificado. Solo cuando ingresó a la casa
de salud en Ibarra, el 22 de junio del año pasado, entró como NN. Pero
salió de ahí como Guillermo Sarzosa Uquillas. Él fue encontrado con una
fractura en el cráneo e internado en Ibarra. Un día después fue llevado a
una clínica, en Quito. No lo recibieron, seguramente porque estaba
solo. Por eso lo enviaron al hospital Eugenio Espejo. Allí murió, el 1
de julio. Como causas de la muerte se señalan trombosis y preinfarto. Su
cuerpo fue trasladado a la Morgue, nadie nos avisó. Él no era un NN,
estaba identificado como Guillermo Sarzosa. Ahora, que han estado
revisando los archivos, se dan cuenta y me llaman.
Para retirar su cuerpo de la Morgue, el trámite duró nueve días. Me
indicaron que debía sacar la hoja de alza del cuerpo del hospital. En el
Eugenio Espejo no me querían dar el documento. Me cuestionaron el
pedido que hice sobre la historia clínica. No pude sacar una copia
certificada; debí conformarme con una simple, sin sello. Luego me
pidieron las huellas dactilares: ni siquiera eso pudieron sacar en el
edificio sofisticado de Criminalística. Mi tía me las tuvo que traer de
Ibarra. El permiso para cremar el cuerpo de mi padre me lo dio una
fiscal. Ella no podía creer que había pasado un año en la Morgue.
También tuve que acudir al archivo provincial: no me podían dar la
información porque no sabían si es que yo era en verdad el hijo. Era
evidente que era mi papá: tenían las huella dactilares, el número de
cédula, la fecha de nacimiento. Tenían el registro del alza del cuerpo,
una hoja cifrada con los números 08 en la que decía de que murió, quién
era, cómo y cuándo...
Cuando hice la denuncia de su desaparición, el cuerpo estaba fresquito,
pudieron haberlo revisado. Dejé números de teléfonos, había afiches,
papeles, fotos, hojas con información; pero nunca llamaron. Solo una
vez, un policía me llamó: “Disculpe, ¿cómo es qué se llamaba su
papá...”. Mi abuela, ante la desesperación, contrató un detective en la
Costa porque le dijeron que lo habían visto por ahí. La Policía nunca se
movilizó para buscarlo. La denuncia no se movió del archivo de ese
fiscal que no investigó. Yo estuve al frente durante todo este proceso .
Es un dolor, no de un momento, sino de todos los días. Aunque nos
queda la tranquilidad de que se lo encontró, no es suficiente. Ni a un
perro se lo deja así. Ahí lo tuvieron tirado sabiendo cómo se llamaba.
Ellos debían haber revisado si es que había una denuncia. Él siempre
llamaba pero, cuando dejó de hacerlo, comenzamos a buscarlo por nuestra
propia cuenta. Pusimos la denuncia dos meses después de su desaparición,
en agosto. No tuvimos una reunión con el fiscal ni con el agente. Nunca
llamaron y, si lo hacían, era para decir: “¿cómo es que se llamaba? Se
me perdió la foto...”
A mi abuelita le dijeron: “Tranquila señora, su hijo debe estar por ahí,
vagando. Ya regresará”. Un año pasamos buscándolo todos los fines de
semana en las morgues, hospitales, albergues. Pegamos afiches en la
mayoría de lugares. Una parte de las cenizas las arrojamos en el mar y
la otra en Quito. Aunque me tranquiliza saber dónde está, también siento
ira. Este daño que nos han hecho es muy grande. Es un daño para mí,
para mis hermanos, para mi familia. Psicológicamente estamos acabados.
Se que va ser una lucha larga para saber qué pasó. Presentaré una acción
en contra del fiscal, la Judicatura y la clínica porque esto no puede
quedar así. En la Morgue los cuerpos están en fila, desnudos, tirados.
De ahí, directo a la fosa.
Aunque me tranquiliza saber dónde está, también siento ira. Este daño
que nos han hecho es muy grande. Psicológicamente estamos acabados".
Contenido publicado originalmente en:
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Monitoreo de medios de comunicación
Thank you for sharing it. I hope that you'll post another informative article. Great Job
ResponderEliminarProgramas de Historias Clinicas
Tengo a mi hermano desaparecido desde el mes de Febrero 2016, hoy es 12 de Noviembre 2016 y aún no podemos encontrarlo, también le buscamos el la morgue, hospitales públicos, albergues,centros psiquiátricos, vamos periódicamente a preguntar en todos estos lugares pero no tenemos resultado, él era squisofrenico, pero no era peligroso tenía 56 años vivía en Pomasqui en las calles, porque nunca quiso internarse, se escapaba, Se llama Carlos Patricio Medina Tello. Ya no sabemos dónde buscar y mucha gente nos a dicho que lo mataron, pero su cuerpo no aparece.
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