9 de febrero de 2014

Las desapariciones, una herida abierta



María Fernanda Guerrero. Foto Int.
La joven cursaba el sexto curso, pronto se graduaría, sin embargo todo se truncó con lo ocurrido, comenta Rocío Mendoza, su madre, quien recuerda que luego de un año de la desaparición recibió una llamada: “era mi Kerly, era su voz. Me llamó pidiéndome auxilio para que le vaya a retirar del terminal de Santo Domingo, pero escuché que le dieron golpes y se la llevaron. Regresé la llamada y contestó una mujer, pero ya no supe nada más. Fue tan rápido, no dio tiempo para nada”.

La policía investiga la llamada, pero no hay resultados. Entonces decidió venir a Quito y unirse a la “Asociación de familiares y amigos de personas desaparecidas en el Ecuador” (Asfadec) para exigir que se investigue la desaparición de su hija y que “la Fiscalía se conduela por el dolor de los familiares y haga algo para poder encontrarlos”.

En el mismo mes que desapareció Kerly también Maribel Hernández Villota pasó a formar parte de la lista de personas desaparecidas en el país. Ella se reunió con dos jóvenes en el sur de la ciudad capitalina, fue la noche del 9 de septiembre de 2011 cuando se supo lo último de la joven.

Su madre, Ana Villota, comenta que existen dos presuntos sospechosos que han sido llamados a declarar, son dos personas que estuvieron aquella noche con la chica; no obstante, sus declaraciones se contradicen al momento de señalar la hora de despedida. “Pese a ello no hay justicia, aún mi hija sigue desaparecida”, explica.

“Es una herida abierta que a nadie se le cierra, especialmente a las personas que hemos perdido a un ser que amamos. Es un espacio vacío, en todo lado falta ella”, dice María Lourdes Mejía, que no ve a su hija desde hace tres años y medio. María Fernanda Guerrero desapareció en el sector de Guamaní, cuando fue a encontrarse con su esposo, el 15 de enero de 2010.

Para la madre de María Fernanda el principal sospechoso de la desaparición de su hija es su ex yerno, última persona que vio a la joven quiteña que cumplió 28 años de edad el mes de marzo de 2013. En la convivencia de aproximadamente diez años “mi hija sufrió violencia, física, psicológica y hasta sexual”, añade.

Las investigaciones no dan resultados, mientras tanto el tiempo pasa y la joven madre de dos niños de 10 y 12 años se encuentra alejada de ellos. Ni Lourdes, su abuela, ha podido hablar con los niños, los ve desde lejos. “Parece una mentira que ella, María Fernanda, salió y no volvió. Pienso que solo fue a regresar. quiero tener un poco de fe y pedirle a mi dios que él me la devuelva”. 

Contenido publicado originalmente en:
Quincenario Opción
1 de junio 2013
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