Integrantes de Asfedec durante el cacerolazo efectuado la semana pasada en la Plaza Grande. Foto: Gianna Benalcázar |
A las 11:27 de la mañana del miércoles 12 de febrero,
la Plaza de la Independencia, en el centro de Quito, está llena de
peatones. Los turistas transitan a través de sus adoquines impolutos, y
el tráfico, como una predecible condena, satura las callejas
centenarias. El sol baña las bruñidas edificaciones, y sobre el Palacio
de Carondelet ondea una solitaria bandera.
El calor no asusta a nadie. Los ancianos dialogan, y los oficinistas
de los edificios aledaños cruzan apresurados. A la altura de la calle
Gabriel García Moreno hay una minúscula manifestación. Está integrada en
su mayoría por jóvenes de ropa llamativa. La consigna que resuena desde
sus gargantas dictamina lo siguiente: “abajo los taurinos”.
Al frente de la fachada del Palacio de Carondelet hay otra
manifestación, conformada por más de 30 personas. Son los integrantes de
la Asociación de Familiares y Amigos de las Personas Desaparecidas
(Asfadec). Un sonido metálico acompaña sus consignas. Junto al grito de
“¡justicia por los desaparecidos!”, retumban las ollas y cacerolas
mientras son golpeadas por las manos vehementes. Algunos curiosos se
detienen atraídos por el alboroto, pero, en su mayoría, prosiguen hacia
la vida ajetreada de la urbe.
Lidia Rueda (secretaria de la organización) está en el centro de la
protesta. Es una mujer pequeña y delicada —mirada melancólica, voz
firme—, la cual pausa momentáneamente su indignación para hablarnos.
“Hemos tenido que organizarnos ante la inclemencia del Estado frente a
los desaparecidos, puesto que no existe una ley para desaparición
involuntaria —explica y prosigue después de una pausa—. Estamos haciendo
presencia a través de plantones, y cada 15 días nos tendrán en las
plazas”… Lidia agrega que las acciones de Asfadec empezaron en el 2012, a
partir de la desaparición de Carolina Garzón, joven universitaria
colombiana de 22 años que se dirigía a Brasil. “Nuestro objetivo es
concientizar y visibilizarnos”.
En diciembre del año pasado se reunieron
con el presidente Rafael Correa, el cual ofreció en la sabatina la
tipificación de la desaparición involuntaria mediante la Asamblea. “Sin
embargo, este ofrecimiento se omite en el nuevo Código Penal”, concluye
Lidia.
"No se considera un delito mientras no aparezca la persona, por lo cual pedimos a la Asamblea que se tipifique el hecho como desaparición involuntaria".
En el código se especifica que en los casos de desaparición la
prescripción se calculará a partir del día que la persona aparezca o se
tengan los datos para formular la imputación por el delito respectivo.
Para Lidia Rueda esto es erróneo porque la desaparición involuntaria
debía constar como una sanción específica, de la misma manera que otros
delitos.
La protesta sube de tono. Los vítores son frenéticos: “sólo le pido a
Dios, que el Estado no me sea indiferente”, se escucha entre el
estrépito de las cacerolas. Detrás, 3 policías antimotines vislumbran la
escena; parece que están aburridos. Entre los manifestantes, al lado
izquierdo, se encuentra Miguel Merino, antiguo amigo de Carolina Garzón y
miembro de Asfadec. Es un hombre delgado de cabello entrecano y voz
suave, el cual, sin apartarse del grupo, dice que “en Asfadec se han
llegado a reportar alrededor de 80 casos de desaparecidos. Aunque en
este momento se ha producido una división en su interior porque el
Defensor del Pueblo comenzó a contratar a sus integrantes para un evento
nacional, y a la final los convenció de que formaran otra asociación,
la cual es afín al Gobierno”.
Según Merino la Asfadec siempre se ha mantenido crítica del Estado,
porque no se han ofrecidos verdaderas opciones de búsqueda para los
desaparecidos. Su situación jurídica es un limbo. “No se considera un
delito mientras no aparezca la persona, por lo cual pedimos a la
Asamblea que se tipifique el hecho como desaparición involuntaria”. Esto
no pasó. Además, más de 40 casos están en las manos de una sola fiscal
(Laura Machuca). “Por eso haremos plantones cada 15 días, y queremos
organizar un coloquio en la Universidad Andina Simón Bolívar, dado que
la parte intelectual también es importante”, ultima Garzón.
Entre los familiares hay varios niños. Sujetan pancartas. En el piso,
están colocadas banderas y fotografías con los nombres de Camilo Tobar
(de 51 años, desapareció en abril del 2012); Telmo Pacheco (de 33 años,
desapareció en noviembre del 2011); Gustavo Garzón (desapareció en
1990); Alex Sisalema (desapareció en enero del 2014), entre otros.
El cacerolazo termina a la una de la tarde. Una atmósfera de
camaradería frente al desastre se cierne entre los integrantes de
Asfadec. Se reúnen para una última fotografía antes de dispersarse a su
propia nostalgia.
A los alrededores la gente pasa despreocupada,
mientras las voces de los desaparecidos se difuminan. Frente a la calle
Gabriel García Moreno la protesta antitaurina prosigue. Es una causa
justa. Ninguno de los grupos hace ademanes de juntarse. A pesar que
están a metros distancia, los esfuerzos no son mancomunados. La
solitaria bandera de Ecuador sigue ondeando sobre el Palacio de
Carondelet.
Contenido publicado originalmente en:
Diego Yépez
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