Él estudió Ecoturismo, así que siempre le gustó la
naturaleza, la aventura y la vida, por eso pensamos que tal vez se le perdió el
teléfono, que no tenía batería o que en el lugar en el que estaba no había
señal.
Llegó el día siete, yo estaba en mi casa, eran como las
nueve de la mañana, me estaba amarrando los cordones de los zapatos, cuando mi
teléfono sonó, era mi mamá. Su voz me dolió, era para decirme que bajara a la
casa, que mi hermano no llegaba y que teníamos que ir a poner la denuncia en la
Fiscalía. Mientras yo bajaba las ocho o diez cuadras que tenía que caminar para
llegar a la casa de mis padres, sólo pensaba en que quizás el Lando estaba bien y que tal vez ese mismo día llegaría; esperanza
le llaman, pero llegó la noche y nada. Ahí fue cuando sentí que todo en mi
familia y en mí se derrumbaba, llegó el momento de enfrentar la realidad, de
esas que esperas que sólo sea una pesadilla, de esos sueños de los que te
cuesta despertar y que cuando te despiertas puedes respirar tranquilo, porque
sólo fue un sueño.
Los días seguían pasando y con el tiempo en contra, nosotros
le buscábamos a mi hermano, en hospitales, albergues, morgues - entre el dolor,
la angustia, el miedo, la rabia, la impotencia, la desesperación -, pegando
afiches, viajando por todos los lugares posibles e imposibles. Rogando a los
medios de comunicación que hicieran un espacio en una de sus páginas para
decirles a todos que mi hermano estaba desaparecido.
Yo quería con todo mi corazón que intercambiáramos lugares,
quería tomar su lugar en lo que sea que le estuviera pasando, la comida no me
sabía a nada y en las noches sólo quería morirme, pues nada de lo que hacía me
devolvía a mi hermano.
Para esa fecha las personas ya desaparecían en el Ecuador,
atrás de la desaparición de mi ñaño habían muchas más, no eran hechos aislados,
sólo que no había nadie que haga visible esta realidad, que reclame por sus
derechos. Cuando el Orlando desapareció el mismo agente que recibía las
denuncias de los carros robados, tenía a cargo la investigación de nuestro
caso, recuerdo sus palabras: "Yo prefiero buscar carros porque eso sí se
encuentra", aunque él hubiera tenido toda la buena intención de ayudarnos,
no estaba preparado, así que durante los primeros meses, tiempo vital para
seguir las pistas que teníamos de mi hermano, la justicia no hizo nada, no sólo
por su inoperancia, sino también por su falta de empatía.
Luego de no hacer casi nada para buscarle a mi hermano, nos
cerraron el caso. Le dijeron a mi papá que ellos ya no podían seguir buscándole
y que si queríamos, nosotros debíamos buscarle por nuestra cuenta y eso hicimos
durante casi un año.
Poco después de eso, mi padre se encontró con Walter Garzón,
en la Plaza Grande, venía desde Colombia, a su hija la habían desaparecido en
Ecuador. Él nos enseñó a luchar, a reclamar por lo que nos era justo, de pronto
no sólo era a la familia Restrepo Arismendi, la familia Garzón o a la mía a la
que le faltaba un ser amado, éramos y somos cientos de familias que seguimos a
la espera.
Familia Pacheco Aguilar |
Y nos fuimos juntados para que con plantones, marchas,
solicitudes y exigencias, las cosas vayan cambiando. Desde hace algún tiempo ya
no es necesario esperar 48 horas para poner la denuncia si tenemos la sospecha
de que alguien de los nuestros pueda estar en peligro. Se formó la Dirección
Nacional de Delitos contra la Vida, Desapariciones, Extorsión y Secuestros de
Personas (Dinased) y aunque todavía les falta mucho para estar capacitados y
puedan resolver esta problemática, las cosas han ido avanzando, estas son las
pruebas, de que cuando las personas se juntan, se hacen oír, reclaman por lo
suyo, pueden hacer temblar a todo un Estado y pueden hacer que las cosas
empiecen a pasar.
Pero no sólo se trata de eso, es también para que todos
sepamos qué hacer si algo así le llega a pasar, a usted, a su amigo, al vecino
y para que los que nos desaparecen se encuentren con una sociedad organizada,
alerta y que no les tiene miedo.
Yo no sé si algún día le vuelva a ver a mi hermano, si algún
día pueda volver a ver sus ojos cafés claros, a abrazarle, a decirle que le quiero,
a compartir la mesa mientras él come arroz con huevo y yo me chupo una naranja;
pero sí sé que no quiero que nadie más tenga que pasar por un momento así o que
si pasa todo funcione de una manera efectiva para que no tengan que esperar
años, décadas.
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