El padre de Joes, Luis, revelo que su hijo fue extrangulado |
Joel fue
secuestrado supuestamente por su primo materno en el cantón azuayo de Santa
Isabel, cuando retornaba de la escuela a su casa en el sector de Cataviña. La
Policía de la Unidad Antisecuestro y Extorsión. (Unase) siguió la pista a José
Luis C., hasta que encontró las pruebas para detenerlo.
Es uno de
los cinco niños encontrados muertos de forma violenta en la capital azuaya
desde el año anterior. Por lo menos tres casos fueron reportados por sus padres
como desaparecidos ante la Unase.
Según la
versión de José Luis C., de 22 años, que consta en el proceso judicial, a su
primo lo encontró a unos 500 metros de la casa y le pidió que le acompañara a
dejar unos papeles para luego dejarlo en su vivienda que estaba en la misma
vía.
Por
información proporcionada por una adolescente que los vio juntos en la moto, los
uniformados sospecharon que se trataba del primo materno. Pero a los padres de
Joel les costaba creer que él fuera uno de los sospechosos.
“No
entiendo por qué… Nunca tuvimos problemas con él ni con su familia, más bien
éramos unidos”, expresó Luis G., padre de la víctima. A los 15 días del
secuestro, él recibió una llamada telefónica pidiéndole USD 10 000 por la vida
de su hijo.
Tras ser
detenido, en la audiencia, el sospechoso confesó que se llevó al niño y lo
vendió en Aguas Verdes (Perú). Pero eso había sido mentira. Al finalizar esta
diligencia, él le entregó un papel a su conviviente de la ubicación donde
estaba el cadáver del niño y le pedía que lo entierre bien para que nunca lo
encuentren.
La mujer
contrató a dos albañiles que delataron del hecho a la Policía. Luis G. confirmó
que era su hijo porque carecía de los dos dientes, por la vestimenta y el
cordón con su zapato que amarraban su cuello. “Era solo huesitos, tenía una
herida en la cabeza y estaba irreconocible”, relata el padre.
La autopsia
reveló que fue asesinado tres semanas después de su desaparición. Pero en la
versión, el detenido aseguró que murió el mismo día. Se cayó de la moto,
sangraba mucho y comenzó a convulsionar. “En esa situación mi cómplice -que
está prófugo- lo ahorcó”, es parte del testimonio que consta en el proceso.
El padre
imagina los gritos de auxilio de su hijo y llora. Cuenta que desde la desaparición,
las lágrimas le acompañan a diario a Elsa A., madre del menor. “Siempre la
encuentro llorando. Era su compañía todo el tiempo, solo se separaban cuando
iba a la escuela”, comenta.
Las otras dos hijas de esta pareja escondieron
todas las pertenencias del hermano para apaciguar el dolor que existe en la
familia. No hay fotos en la sala de la casa ni cuadernos ni juguetes. Pese a
que han tratado de ocultar esos objetos, el papá recuerda que cuando sale de la
casa parece ver que su hijo llega feliz a abrazarlo.
Ese dolor
vive Martha T., a quien le secuestraron a su hija Viviana, de 10 años. La menor
desapareció el 26 de febrero pasado cuando retornaba del catecismo a su casa en
Guiltabacay, Azogues. Apareció tres días después asesinada.
Su cuerpo
había sido arrojado cerca del río Tomebamba, por el sector de Sayausí. Las
lágrimas no dejan de caer por sus mejillas mientras narra los hechos. Hasta
ahora solo conoce que están cerca del autor y que se trataría de un
“depravado”. Este caso aún no se esclarece, aunque Germán Cevallos, jefe de la
Policía Judicial de Azuay, reveló que tienen identificado al supuesto autor del
crimen, pero no dio detalles por seguridad.
Además, los uniformados están a la espera de
varios pruebas periciales (ADN, dactilares, si hubo violación sexual…)
remitidas a laboratorios de Quito para actuar. La autopsia reveló que hubo
golpes y maltrato.
El caso
conmocionó a Azogues, por eso hace tres meses hubo una marcha de apoyo. Otros
casos aún no esclarecidos son el asesinato de Wilson, de 10 años, que fue
encontrado en julio pasado en la quebrada de Utul, en Molleturo. El menor que
provenía de una familia humilde tenía cuatro heridas de arma blanca y una piola
que cruzaba por todo el cuerpo.
Tres meses
antes se registró el hallazgo del cuerpo de una menor cerca de una quebrada en
el sector de El Calvario, al sur de Cuenca. La necropsia reveló que fue
asfixiada y estrangulada. La semana anterior, el gobernador de Azuay, Humberto
Cordero, relacionó a las muertes violentas registradas en Azuay con el consumo
de alcohol y drogas.
Martha T.
está tan afectada por el crimen de su hija que no soporta ver a sus otras dos
hijas coger la cámara porque imagina a Viviana en sus locuras de niñas
tomándose fotos. Todo fue guardado y ella no tiene fuerzas ni para ir a la
escuela donde estudiaba a devolver unos libros. “Me duele ver a sus compañeras
correr, gritar, jugar…”.
Contenido publicado originalmente en:
El Comercio
-------------------------------------
Monitoreo de medios de comunicación
0 comentarios:
Publicar un comentario