16 de julio de 2015

Hermanos de desaparecidos viven duras secuelas

En la fotografía están los cuatro hermanos. En la imagen, Orlando aparece junto a Karina, la hermana menor que en el 2011 se graduaba en la universidad.

Desde su casa en el centro de Quito, los tres hermanos de Orlando Pacheco recordaron su desaparición hace tres años. Foto: Vicente Costales / El Comercio

Esa fue la última vez que estuvieron todos juntos y desde entonces el joven no ha vuelto a casa. Hace 15 días, sus hermanos se reunieron en la casa de sus padres, en el centro de Quito. Allí abrieron el álbum familiar y Milena, su hermana mayor recordó que fue la última persona que habló por teléfono, mientras Orlando estaba en Loja.

Le dijo que se quedaría más tiempo en esa provincia y que no se preocuparan. Esa conversación ahora le generó problemas: las pesadillas comenzaron atacarla. Y se volvió sobreprotectora con sus hijos. “Siempre pregunto en dónde están y con quién, pues tengo miedo de que no regresen”.

Estas secuelas no son aisladas. Investigaciones psicológicas han determinado que en casos extremos los familiares de los extraviados suelen aislarse o buscan personas con similares condiciones para protestar.

Ahora, Milena dice que le es difícil explicar a sus tres hijos menores sobre la pérdida de su tío. Antes de saber leer, su hija, vio un afiche de un boxeador pegado en un poste y le preguntó si él también estaba perdido.

Lo mismo ha tenido que afrontar Richard, el hermano mayor de Orlando. Ahora teme por sus hijos y les pide que siempre avisen a donde van. 

Estas reacciones se repiten en Elizabeth Rodríguez y Alexandra Córdova. Sus hijos están perdidos y son parte de esa lista de 265 casos que en este primer semestre todavía no se han solucionado en el país.

Rodríguez es madre de Juliana Campoverde, desaparecida desde hace tres años en el sur de Quito. Para ella, explicarles a sus dos hijos de 8 y 19 años la pérdida de su hermana mayor ha sido complicado. Los primeros días, ellos no comían ni fueron a la escuela. Rony tenía 16 años cuando Juliana se extravió. Su relación era tan cercana que incluso dormían juntos.

Ahora, cuando está triste, va al cuarto de la joven y escucha la música que a ella le gustaba.

Dany de 5 años al principio no entendía por qué su ñaña no volvía. Hasta ahora espera que llegue con alguna golosina o juguete como siempre lo hacía. Él también tuvo que asistir por un mes a terapia psicológica. De hecho, la ayuda de un profesional es vital en estos casos.

Graciela Ramírez es psicóloga clínica y docente en la U. Católica de Quito. Ella explica que el vínculo que existe entre hermanos es muy estrecho, porque es una relación paralela. “Son cómplices, aprenden a hablar y caminar juntos, exploran el mundo al mismo tiempo. Por eso cuando se interrumpe sin una explicación es terrible”.

Ramírez también advierte que entre las consecuencias frecuentes en estos casos está la dificultad de creer en todo tipo de ley y por eso hay quienes buscan ser líderes de grupos sociales con la misma causa.

Otra afección de los niños que han perdido a sus hermanos es querer minimizar el dolor de los padres. Por eso buscan conseguir todo lo que a ellos les provoque alegría.

En otros casos buscan una vía para recordar a sus parientes. Por ejemplo, María Fernanda es la hermana menor de David Romo. Ella tenía 16 años cuando su hermano desapareció mientras iba a su casa en la Mitad del Mundo (norte de Quito). Ahora, dos años después, recuerda cómo entre los dos le dieron un desayuno y un ramo de flores a su mamá por el día de las madres. También, le escribe cartas y en una de ellas, le dice que no dejará de buscarlo.

Los hermanos de Angy Carrillo también han tenido problemas. Su madre Yadira Labanda ha visto cómo sus cuatro hijos se han vuelto callados y poco sociables. Especialmente su segunda hija que tiene 17 años. 

Desde que Angy se perdió en Riobamba, en enero del 2014, ella no sale con sus amigos y desde hace un mes comenzó a buscarla en redes sociales. Subió fotos y datos personales.
Al principio tenía pesadillas y por las noches lloraba. Para que sus otros hijos no pasen lo mismo, su madre dice que buscará ayuda psicológica.



Contenido publicado originalmente en:
El Comercio
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