El deficiente
tratamiento de cadáveres en las morgues y la falta de una base de datos única
impiden que un fallecido inidentificado sea hallado por su familia.
En el cementerio de San Diego, centro de Quito, se entierran los cuerpos NN. Foto: El Comercio |
La pintura de las
lápidas blancas de cemento se descascara por el sol en un pequeño lote de beneficencia
del cementerio de San Diego, en el centro de Quito.
La mayoría no tiene
nombres ni fechas. Tampoco flores. Unas cuantas están identificadas con un
número escrito con tinta negra. Allí reposan los cadáveres de hombres y
mujeres, cuya identidad desconoce el Estado. Se los llama ‘NN’.
Condenados al
anonimato. Sin identidad, sin voz y sin historia o familia, los ‘NN’ son las
personas que por desgracia murieron lejos de sus hogares, llegaron a las
morgues sin documentos personales o sus cuerpos fueron encontrados en estados
muy avanzados de descomposición, cercenados, quemados o en piezas óseas.
Durante 34 meses, Enrique Witt, de 50 años
permaneció inidentificado. Tras cinco meses de su desaparición, el 7 de mayo
del 2011, la Policía halló sus restos en una quebrada, en el Comité del Pueblo,
en el norte de la urbe. Por su estado de descomposición los agentes no pudieron
recoger sus huellas dactilares.
Mientras los policías
indagaban, su hermana, Rosa Witt, distribuía 20 000 calendarios con la foto de
Enrique: deambulaba en las madrugadas tratando de localizarlo entre los
indigentes e iba con regularidad a la morgue de Quito.
Durante la entrevista
con este Diario en su casa, no oculta su indignación al recordar que en agosto
del 2012, cuando entregó a los agentes las huellas dactilares de su hermano,
que obtuvo del Registro Civil, él tenía 10 meses en la morgue. “Y nadie me dijo
que estaba ahí”.
“No se necesita ser
indigente para convertirse en un NN”, comenta Diego Salamea, director de
Gestión Procesal de la Fiscalía. Luego de los allanamientos que ejecutó esta
institución, desde abril a junio pasado, en morgues y cementerios del Guayas,
Sucumbíos y Esmeraldas se evidenció el deficiente manejo de los cuerpos de los
fallecidos inidentificados.
La Fiscalía encontró
que en cantones de Esmeraldas, los cuartos en donde se apilaban a los cadáveres
no tenían luz ni agua. Pero esto no solo pasa en pequeñas ciudades. “En
Guayaquil los restos se apilaban en fosas comunes. Algunos estaban en fundas
plásticas, esparcidos sobre la maleza u osamentas mezcladas en un nicho”,
expresa el funcionario. Tampoco había un registro prolijo. Entre unos
manuscritos faltan meses y hasta años completos. No existe un dato consolidado
de cuántos cuerpos sin identidad hay en el país.
Pero este es solo un
síntoma. Detrás se oculta un drama que viven cientos de familias: los
desaparecidos. Para Lourdes Mejía, coordinadora de organizaciones de
desaparecidos, buscar por años a un familiar y luego enterarse que siempre
estuvo en una morgue, no es excepcional. “Ocurre porque la investigación
forense es todavía básica”, dice. En agosto pasado se halló en la morgue de
Quito a dos jóvenes desaparecidos en el 2012 y 2013.
La
investigación científica
En Medicina Legal de la Policía, el procedimiento
para establecer la identidad de un fallecido inicia con la recolección de
evidencias en el lugar de los hechos. Así lo explica Esteban Macanchi, técnico
de departamento de Antropología Forense de la morgue de la capital. Lo explica
en un video institucional del Ministerio del Interior, que no ha respondido
tres pedidos de información realizados por este Diario desde abril pasado.
La Policía cuenta con
cuatro herramientas científicas para hallar el nombre de un ‘NN’. Se trata del
programa AFIS para identificación por huellas dactilares; ABIS para establecer
perfiles a través rostros; de Antropología que analiza los huesos, y el
laboratorio de ADN que busca coincidencias en perfiles genéticos.
Según ese Ministerio, 112 cuerpos desconocidos
que ingresaron en el 2013, en Pichincha, fueron identificados y 46 aún no. Este
año, 50 ‘NN’ fueron reconocidos. Y otros 23 casos son todavía una incógnita.
Pero la mayor dificultad es que la base de datos AFIS es reducida. Hasta enero
de este año, contaba con unos 400 000 perfiles. Este dato se conoció durante la
inauguración del Centro de Ciencias Forenses. De estas, más de 44 000 son de
policías, 29 716 de personas con permiso para portar armas. Su sistema se nutre
también de personas detenidas, cuyas huellas fueron registradas. La Policía no
maneja la información de los 15,7 millones de ecuatorianos. Tampoco accede a la
del Registro Civil.
“Eso significa que, por
ejemplo, si viajo a Quinindé sin avisar a nadie y muero sin mis documentos
personales, a pesar de que tomen mis huellas dactilares no podrían establecer
quién soy porque no estoy en la base de datos policial”. “Primero, ahí nadie va
a tomar sus huellas”, dice Salamea. “Así que –agrega-, su familia puede
protestar en la Plaza Grande y decir: ‘mi hija desaparecida’, pero no es que
alguien la desapareció, el sistema se la tragó”.
Vacíos
y descoordinación
La familia de Guillermo
Sarzosa, de 64 años, recorrió hospitales, albergues y morgues de varias provincias
en busca de su paradero. Su hijo, de 31 años, quien lleva el mismo nombre, no
imaginó que durante 11 meses su padre estuvo refrigerado en Medicina Legal de
Quito.
La víctima desapareció
en julio del 2013 en Ibarra. Al parecer -cuenta su hijo- habría tenido un
accidente y fue trasladado al Hospital Eugenio Espejo. Allí murió el 1 de julio
del 2013. Durante todo ese tiempo, su familia lo rastreó. Hasta que el 3 de
agosto, el hijo recibió una llamada del agente investigador. Le informó que su
padre estaba en la morgue. No fue la única sorpresa. Lo que a Sarzosa le
indigna es que su papá no era un ‘NN’. Ingresó al cuarto frío con sus
documentos, con nombres y apellidos. “Había la denuncia, sabían que lo buscaba
y nadie se tomó la molestia de decirme aquí está. Quería hallarlo vivo”,
cuenta. Lo reconoció por un tatuaje en el brazo que él pintó. Ese hombre con el
rostro ilegible era su padre.
Rosa Witt también
albergó la esperanza de encontrar con vida a su hermano. Aún después de que el
primer examen de ADN realizado por la Fiscalía confirmó que la osamenta no
pertenecía a su familiar. Pensó en seguir buscando. “Pero algo me decía que sí
era”.
Tanto insistió que se
ordenó otra prueba en el laboratorio de la Policía que fue positiva. Para salir
de dudas, tuvo que reclamar en una tercera pericia, esta vez se hizo en
Colombia. También fue positiva. “Tuve que esperar casi tres años para darle
cristiana sepultura”, expresa entre sollozos.
No
olvide
Nadie está libre de las
desgracias. Un accidente de tránsito en otra provincia o país o un desastre
natural pueden convertirse en un caso de una persona ‘NN’.
Una de las formas de mejorar la identificación de cadáveres, que se hace en otros países, es pedir a los odontólogos guardar una ficha de las piezas dentales.
También los médicos o cada persona deben guardar las placas de lesiones óseas. Así, un antropólogo podría identificar un cuerpo sin identidad.
En contexto
Los allanamientos de la Fiscalía a morgues y cementerios evidenciaron un desorden absoluto en el control y manejo de personas fallecidas sin identidad. En algunos casos rociaron los cuerpos con cal, lo que destruye los datos genéticos.
Una de las formas de mejorar la identificación de cadáveres, que se hace en otros países, es pedir a los odontólogos guardar una ficha de las piezas dentales.
También los médicos o cada persona deben guardar las placas de lesiones óseas. Así, un antropólogo podría identificar un cuerpo sin identidad.
En contexto
Los allanamientos de la Fiscalía a morgues y cementerios evidenciaron un desorden absoluto en el control y manejo de personas fallecidas sin identidad. En algunos casos rociaron los cuerpos con cal, lo que destruye los datos genéticos.
Sara Ortiz/22 de septiembre de 2014.
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