27 de enero de 2014

La luz del amor de una madre


María de Lourdes Mejía lleva buscando a su hija durante cuatro años
María de Lourdes Mejía tiene 42 años. Vive en el centro de Quito. Su hija mayor desapareció hace cuatro años y no ha sido encontrada. El dolor de esa ausencia la ha motivado a ayudar a otras familias. Es la Presidenta de la Asociación de Desaparecidos y Asesinados del Ecuador. El de su hija está en indagación previa, pero hasta que se resuelva ella ayuda a otras familias. Está dedicada a tiempo completo a colaborar en la resolución de otros casos. Ella hizo un espacio en su agenda a Plan V. Su teléfono no dejaba de sonar durante los 60 minutos que duró la entrevista. Recibió visitas de otras víctimas. Es una madre dolida, afligida… pero que reparte cariño. Aquí un extracto del encuentro.   

"No estoy bien... pero sí tranquila. Tomo una medicación que me dio la siquiatra porque debo estar lúcida y tranquila porque ésta no es una situación normal. A una le cambia el rostro. La fisonomía cambia, inconscientemente una se convierte en una persona desconfiada. Hay temor de que otro miembro de su familia desaparezca. Cuando mi segunda hija no responde el teléfono me vuelvo loca. Una no puede quedarse tranquila cuando se encuentra el cuerpo del familiar desaparecido. Eso ha pasado y lo he visto. Se dice que aparezca así sea para ponerle una flor… Pero con los años se trata de superar pero jamás se olvida. Porque siempre llegan el malestar y recuerdos del familiar que desapareció y se descubrió que fue asesinado. Eso pasa con las desapariciones.

Ya son cuatro años de lucha en buscar a desaparecidos. Mi hija es una de esas personas. Mi guagüita desapareció el 15 de enero del 2010. Es María Fernanda Guerrero Mejía. En este marzo cumplía 29 años. La última vez que la vimos fue después de la animación de una fiesta infantil el 15 de enero del 2010. Ella estaba en compañía de una amiga del instituto de inglés. Mi hija estaba casada pero estaba separada cuatro años antes de desaparecerse. Directamente él es el culpable porque él ya cometió un asesinato. Fue una chica del barrio.  Sospecho que él creó un perfil falso en redes sociales y mandó una ubicación del cuerpo. Pero no había nada. Y se sabe que las mismas cosas hacía a esa chica que murió.

La fiscal a cargo del caso sabe que yo creo que él es el culpable, que era capaz de cometer el crimen. Le dije  que tome en cuenta mi problema porque en la pelea que doy estoy en riesgo de muerte. Y las autoridades saben que cualquier cosa que me pase… ellos son los culpables.Me intentaron matar ocho días después de la desaparición de mi hija. Abrí la puerta de la casa y me empujaron. Ese hombre estaba con pasamontañas y dijo: 'ella es'. Me tire al suelo y patée la puerta. Y el niño se tiró al suelo. Hubo un disparo. Pero no puse denuncia. Tampoco de la niña que tenía que testificar. El 15 de marzo del 2010, la excompañera de mija tenía que testificar algo grave acerca del caso pero apareció muerta en su departamento.

He tratado de levantarme sola para edificar esta lucha porque ya es lucha de todos. Empecé a buscar justicia para mi caso pero ahora la tengo como pulpo. Empezamos con 20 casos y ahora estamos 149 familias que han perdido a sus seres queridos. Son a escala nacional. En este grupo están familiares de asesinados y desaparecidos porque antes había negligencia en los agentes de la Policía que no estaban capacitados, había negligencia en Fiscalía. Pero, a raíz del 11 de diciembre del 2013, ya las cosas cambiaron porque ahora la Fiscalía tiene fiscales que se ocuparán solamente de estos casos. Ya se están capacitando. 

Ya está conformada la Unidad de Desaparecidos. Además en la Policía se están capacitando 250 hombres. Y así, juntos, para que coordinen y encuentren a nuestras víctimas y hagan justicia, sean desaparecidos o asesinados.

En este grupo también hay familiares de los asesinados porque el asesinado antes de ser encontrado es un desaparecido. Sea por pocas horas que lo desaparecen tiene ese estatus. La mayoría de casos termina en un crimen brutal. Para nosotros los dos temas son lo mismo.

Al principio de la desaparición de mi hija dejaba que el dolor gane. Me encerraba en el cuarto, apagaba luces, cerraba cortinas y sólo pasaba llorando. Tirada en la cama, enferma, dándome a morir. En la búsqueda de mi hija he tenido que acudir a presenciar el resultado de varios crímenes. Dos casos me movieron. El primero fue la estudiante de turismo que apareció con la cabeza cortada en el Itchimbia. Vi el cuerpo de la chica desmembrada. Fue terrible. La persona cuando está muerta cambia mucho en sus facciones. Cuando es brutalmente agredida, desmembrada, estrangulada, el cambio es fatal. Pero cuando sucedió el caso de la muerte de Karina del Pozo pasó algo en mí. Por una equivocación estuve presente en el lugar de los hechos.

Un reportero me llamó y me dijo que era mi hija. Vi el cuerpo de Karina. La vi desfigurada. El cráneo estaba hundido como un balón desinflado. Una cosa es contar otra es ver, pero llegue y pensé que era mi hija. Vi que no era mi hija. Me puse mal, me dieron primeros auxilios. Llegó alguien de la familia y me dijeron que no era mi hija. Me dijeron que se unían a mi dolor. Desde ahí me involucré con ellos, los busqué. El apoyo dela familia Del Pozo ha sido fundamental. Ellos me apoyaron y empecé a caminar en esta lucha. Desde ahí se abrieron puertas. 

Esta mujer acude casi todas las semanas a 
la morgue para buscar a los desaparecidos

En mi caso, sólo un milagro del Señor haría que regrese bien. Si no, tengo que prepararme para recibir la terrible noticia. Por eso para nosotros, las víctimas, los familiares, es muy importante lo que hagan las autoridades. Justamente en la última semana nos dieron respuestas positivas, coordinamos con fiscales y para nosotros eso es una tranquilidad espiritual. Sirve para nosotros y para las personas que vengan luego. Porque esto le pasa a cualquiera. Nadie está libre de una desaparición o una muerte. De un crimen atroz. Porque a veces lo matan por tonterías.


En la Asociación tenemos otros casos que son muy duros. Hay muchas Karinas del Pozo. El caso Gabriela León en Ibarra. Que también fue brutalmente violada, ultrajada, le hicieron de todo a la pobre chica. El caso María Eugenia Carrera, del Carchi, otro que se asemeja a Karina del Pozo. A ella la mataron luego de que fue a la discoteca. En el trayecto de regreso a Quito hubo una última llamada a la hermana. Luego se descubrió el crimen.

El caso de Karina del Pozo es un símbolo para nosotros porque a la delincuencia no le importa ni la edad ni el sexo ni la condición social. Ni de donde provengan. En este tiempo he podido ver que la gente no se mide para cometer el acto delictivo. No hay respeto a nadie. Porque en esta sociedad el irrespeto a la vida empieza desde que son infantes, adolescentes. Aquí hay caso de niños y niñas desaparecidos y muertos.

Asesinado el niño Sebastián, de Cuenca, de ocho años, por un familiar. Adultos mayores muertos. Cada familia vive un drama y la gente tiene que tomar conciencia sobre esto, porque hoy somos nosotros y que el Señor no permita que le falte un ser querido en su casa. Porque este dolor que tenemos no quisiera que nadie lo tenga, es incomparable, difícil explicar con palabras. Es un gran dolor no ver llegar a mi hija a sus horas. Uno se pregunta por qué se fue y no regresó. Son preguntas sin responder.

Doy otro ejemplo. En lo personal me afecta el caso de la señora Fanny G.,  madre de la chica Karla Pinto, que la encontraron desmembrada. Estaba en Conocoto. Eso fue un drama. La señora no lo puede superar. Ese asesino era un sicópata, porque le traspasó los genitales con un palo candente, le desfiguró el rostro. Le saco las manos. Los órganos. Hubo saña, es un depravado, loco, demente. Fui al lugar de los hechos; sentada con la señora fue como viví ese dolor de la muerte de la niña. La madre me ha dicho que hasta ahora no puede creer que su hija esté muerta. Me ha pedido que la acompañe a buscar las manos y los pies de su hija. Hasta ahora no los encuentran. Ella dice que no le deja descansar, ni a ella ni al hijo más pequeño. Ella asegura que mientras no encuentre el cuerpo completo de su hija, no va a descansar en paz. Ella cree que la hija va a entrar por la puerta.

Para esto que hago siempre tengo a mi hija en mi mente. El ver el dolor de la gente me motiva. Por eso yo ayudo en que coordinen en las terapias sicológicas estatales para los familiares de los desaparecidos y asesinados. Asimismo estoy en el seguimiento de los casos.

Siempre pienso que hoy son ellos y mañana pasado seré yo. Por eso también los acompaño para ir a la morgue o voy a cotejar mi lista con la de Medicina Legal. Cuando nos llaman a la morgue nos toca ir. Se debe ir para saber si un fallecido es nuestro ser querido. A algunas personas nos han tomado las muestras de ADN para determinar la identidad. Pero mi labor es si alguien se muere, coordinar la caja en la funeraria, hablar con ministerios, Defensoría del Pueblo, para solucionar en el caso que la familia no pueda pagar. Y después encaminar el caso judicial hacia un crimen.

Una se queda con los dolores de todos. No sólo canalizo el dolor, sino mi lucha. Porque para hacer esto he tenido que armarme de valor. Tratar de estar al día con la medicación que el médico me manda, para poder hacer esto. Es una pelea para llegar a esclarecer lo que pasó con nuestros familiares. Yo me he levantado, fortalecida. Pero sí he derramado lágrimas por las personas que pasan por esto. Porque es un dolor inexplicable.

Ahora les puedo decir que hay que levantarse, salir, reclamar, buscar esa justicia. No así como yo estaba al inicio de todo: deprimida, encerrada en cuatro paredes. Imaginándome lo peor. Me iba donde los videntes o recibía llamadas anónimas y acudía a donde sea. Fui víctima. Hay una nueva etapa para los desaparecidos, asesinados y sus familiares. La lucha tiene éxito con autoridades capacitadas. Ya hay reuniones con fiscales y policías. Antes no había respuestas, todo era negativo. 

Estoy preparada para todo. Sea la cruel noticia o que encuentren a mi hija con vida, así sea enferma. Eso es algo que yo puedo hacer con un miembro de mi organización, ayudarle a sobrellevar la pena y salir de esa depresión. La llama de la esperanza es lo último que se apaga. Imagine que en Estados Unidos un grupo de chicas estuvieron secuestradas durante 10 años. Estaban vivas. Esos casos nos hacen luchar".

Contenido publicado originalmente en:

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