María de Lourdes Mejía lleva buscando a su hija durante cuatro años |
María de Lourdes Mejía tiene 42 años. Vive en el
centro de Quito. Su hija mayor desapareció hace cuatro años y no ha sido
encontrada. El dolor de esa ausencia la ha motivado a ayudar a otras
familias. Es la Presidenta de la Asociación de Desaparecidos y
Asesinados del Ecuador. El de su hija está en indagación previa, pero
hasta que se resuelva ella ayuda a otras familias. Está dedicada a
tiempo completo a colaborar en la resolución de otros casos. Ella hizo
un espacio en su agenda a Plan V. Su teléfono no dejaba de
sonar durante los 60 minutos que duró la entrevista. Recibió visitas de
otras víctimas. Es una madre dolida, afligida… pero que reparte cariño.
Aquí un extracto del encuentro.
"No estoy bien... pero sí tranquila. Tomo una medicación que me dio
la siquiatra porque debo estar lúcida y tranquila porque ésta no es una
situación normal. A una le cambia el rostro. La fisonomía cambia,
inconscientemente una se convierte en una persona desconfiada. Hay temor
de que otro miembro de su familia desaparezca. Cuando mi segunda hija
no responde el teléfono me vuelvo loca. Una no puede quedarse tranquila
cuando se encuentra el cuerpo del familiar desaparecido. Eso ha pasado y
lo he visto. Se dice que aparezca así sea para ponerle una flor… Pero
con los años se trata de superar pero jamás se olvida. Porque siempre
llegan el malestar y recuerdos del familiar que desapareció y se
descubrió que fue asesinado. Eso pasa con las desapariciones.
Ya son cuatro años de lucha en buscar a desaparecidos. Mi hija es una de esas personas. Mi guagüita desapareció el 15 de enero del 2010. Es María Fernanda Guerrero Mejía. En este marzo cumplía 29 años. La última vez que la vimos fue después de la animación de una fiesta infantil el 15 de enero del 2010. Ella estaba en compañía de una amiga del instituto de inglés. Mi hija estaba casada pero estaba separada cuatro años antes de desaparecerse. Directamente él es el culpable porque él ya cometió un asesinato. Fue una chica del barrio. Sospecho que él creó un perfil falso en redes sociales y mandó una ubicación del cuerpo. Pero no había nada. Y se sabe que las mismas cosas hacía a esa chica que murió.
La fiscal a cargo del caso sabe que yo creo que él es el culpable,
que era capaz de cometer el crimen. Le dije que tome en cuenta mi
problema porque en la pelea que doy estoy en riesgo de muerte. Y las
autoridades saben que cualquier cosa que me pase… ellos son los
culpables.Me intentaron matar ocho días después de la desaparición de mi
hija. Abrí la puerta de la casa y me empujaron. Ese hombre estaba con
pasamontañas y dijo: 'ella es'. Me tire al suelo y patée la puerta. Y el
niño se tiró al suelo. Hubo un disparo. Pero no puse denuncia. Tampoco
de la niña que tenía que testificar. El 15 de marzo del 2010, la
excompañera de mija tenía que testificar algo grave acerca del caso pero
apareció muerta en su departamento.
He tratado de levantarme sola para edificar esta lucha porque ya es
lucha de todos. Empecé a buscar justicia para mi caso pero ahora la
tengo como pulpo. Empezamos con 20 casos y ahora estamos 149 familias
que han perdido a sus seres queridos. Son a escala nacional. En este
grupo están familiares de asesinados y desaparecidos porque antes había
negligencia en los agentes de la Policía que no estaban capacitados,
había negligencia en Fiscalía. Pero, a raíz del 11 de diciembre del
2013, ya las cosas cambiaron porque ahora la Fiscalía tiene fiscales que
se ocuparán solamente de estos casos. Ya se están capacitando.
Ya está
conformada la Unidad de Desaparecidos. Además en la Policía se están
capacitando 250 hombres. Y así, juntos, para que coordinen y encuentren a
nuestras víctimas y hagan justicia, sean desaparecidos o asesinados.
En este grupo también hay familiares de los asesinados porque el
asesinado antes de ser encontrado es un desaparecido. Sea por pocas
horas que lo desaparecen tiene ese estatus. La mayoría de casos termina
en un crimen brutal. Para nosotros los dos temas son lo mismo.
Al principio de la desaparición de mi hija dejaba que el dolor gane. Me
encerraba en el cuarto, apagaba luces, cerraba cortinas y sólo pasaba
llorando. Tirada en la cama, enferma, dándome a morir. En la búsqueda de
mi hija he tenido que acudir a presenciar el resultado de varios
crímenes. Dos casos me movieron. El primero fue la estudiante de turismo
que apareció con la cabeza cortada en el Itchimbia. Vi el cuerpo de la
chica desmembrada. Fue terrible. La persona cuando está muerta cambia
mucho en sus facciones. Cuando es brutalmente agredida, desmembrada,
estrangulada, el cambio es fatal. Pero cuando sucedió el caso de la
muerte de Karina del Pozo pasó algo en mí. Por una equivocación estuve
presente en el lugar de los hechos.
Un reportero me llamó y me dijo que era mi hija. Vi el cuerpo de Karina.
La vi desfigurada. El cráneo estaba hundido como un balón desinflado.
Una cosa es contar otra es ver, pero llegue y pensé que era mi hija. Vi
que no era mi hija. Me puse mal, me dieron primeros auxilios. Llegó
alguien de la familia y me dijeron que no era mi hija. Me dijeron que se
unían a mi dolor. Desde ahí me involucré con ellos, los busqué. El
apoyo dela familia Del Pozo ha sido fundamental. Ellos me apoyaron y
empecé a caminar en esta lucha. Desde ahí se abrieron puertas.
Esta mujer acude casi todas las semanas a
la morgue para buscar a los desaparecidos
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En mi caso, sólo un milagro del Señor haría que regrese bien. Si no,
tengo que prepararme para recibir la terrible noticia. Por eso para
nosotros, las víctimas, los familiares, es muy importante lo que hagan
las autoridades. Justamente en la última semana nos dieron respuestas
positivas, coordinamos con fiscales y para nosotros eso es una
tranquilidad espiritual. Sirve para nosotros y para las personas que
vengan luego. Porque esto le pasa a cualquiera. Nadie está libre de una
desaparición o una muerte. De un crimen atroz. Porque a veces lo matan
por tonterías.
En la Asociación tenemos otros casos que son muy duros. Hay muchas
Karinas del Pozo. El caso Gabriela León en Ibarra. Que también fue
brutalmente violada, ultrajada, le hicieron de todo a la pobre chica. El
caso María Eugenia Carrera, del Carchi, otro que se asemeja a Karina
del Pozo. A ella la mataron luego de que fue a la discoteca. En el
trayecto de regreso a Quito hubo una última llamada a la hermana. Luego
se descubrió el crimen.
El caso de Karina del Pozo es un símbolo para nosotros porque a la
delincuencia no le importa ni la edad ni el sexo ni la condición social.
Ni de donde provengan. En este tiempo he podido ver que la gente no se
mide para cometer el acto delictivo. No hay respeto a nadie. Porque en
esta sociedad el irrespeto a la vida empieza desde que son infantes,
adolescentes. Aquí hay caso de niños y niñas desaparecidos y muertos.
Asesinado el niño Sebastián, de Cuenca, de ocho años, por un familiar.
Adultos mayores muertos. Cada familia vive un drama y la gente tiene que
tomar conciencia sobre esto, porque hoy somos nosotros y que el Señor
no permita que le falte un ser querido en su casa. Porque este dolor que
tenemos no quisiera que nadie lo tenga, es incomparable, difícil
explicar con palabras. Es un gran dolor no ver llegar a mi hija a sus
horas. Uno se pregunta por qué se fue y no regresó. Son preguntas sin
responder.
Doy otro ejemplo. En lo personal me afecta el caso de la señora Fanny
G., madre de la chica Karla Pinto, que la encontraron desmembrada.
Estaba en Conocoto. Eso fue un drama. La señora no lo puede superar. Ese
asesino era un sicópata, porque le traspasó los genitales con un palo
candente, le desfiguró el rostro. Le saco las manos. Los órganos. Hubo
saña, es un depravado, loco, demente. Fui al lugar de los hechos;
sentada con la señora fue como viví ese dolor de la muerte de la niña.
La madre me ha dicho que hasta ahora no puede creer que su hija esté
muerta. Me ha pedido que la acompañe a buscar las manos y los pies de su
hija. Hasta ahora no los encuentran. Ella dice que no le deja
descansar, ni a ella ni al hijo más pequeño. Ella asegura que mientras
no encuentre el cuerpo completo de su hija, no va a descansar en paz.
Ella cree que la hija va a entrar por la puerta.
Para esto que hago siempre tengo a mi hija en mi mente. El ver el
dolor de la gente me motiva. Por eso yo ayudo en que coordinen en las
terapias sicológicas estatales para los familiares de los desaparecidos y
asesinados. Asimismo estoy en el seguimiento de los casos.
Siempre pienso que hoy son ellos y mañana pasado seré yo. Por eso
también los acompaño para ir a la morgue o voy a cotejar mi lista con la
de Medicina Legal. Cuando nos llaman a la morgue nos toca ir. Se debe
ir para saber si un fallecido es nuestro ser querido. A algunas
personas nos han tomado las muestras de ADN para determinar la
identidad. Pero mi labor es si alguien se muere, coordinar la caja en la
funeraria, hablar con ministerios, Defensoría del Pueblo, para
solucionar en el caso que la familia no pueda pagar. Y después encaminar
el caso judicial hacia un crimen.
Una se queda con los dolores de todos. No sólo canalizo el dolor,
sino mi lucha. Porque para hacer esto he tenido que armarme de valor.
Tratar de estar al día con la medicación que el médico me manda, para
poder hacer esto. Es una pelea para llegar a esclarecer lo que pasó con
nuestros familiares. Yo me he levantado, fortalecida. Pero sí he
derramado lágrimas por las personas que pasan por esto. Porque es un
dolor inexplicable.
Ahora les puedo decir que hay que levantarse, salir, reclamar, buscar
esa justicia. No así como yo estaba al inicio de todo: deprimida,
encerrada en cuatro paredes. Imaginándome lo peor. Me iba donde los
videntes o recibía llamadas anónimas y acudía a donde sea. Fui víctima.
Hay una nueva etapa para los desaparecidos, asesinados y sus familiares.
La lucha tiene éxito con autoridades capacitadas. Ya hay reuniones con
fiscales y policías. Antes no había respuestas, todo era negativo.
Estoy preparada para todo. Sea la cruel noticia o que encuentren a mi
hija con vida, así sea enferma. Eso es algo que yo puedo hacer con un
miembro de mi organización, ayudarle a sobrellevar la pena y salir de
esa depresión. La llama de la esperanza es lo último que se apaga.
Imagine que en Estados Unidos un grupo de chicas estuvieron secuestradas
durante 10 años. Estaban vivas. Esos casos nos hacen luchar".
Contenido publicado originalmente en:
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