Desaparecer
voluntariamente es una decisión extrema, implica salir de casa con la intención
de no volver jamás, sin dinero y sin tener ni un par de medias. Significa dejar
la vida, la familia, los amigos, el trabajo por la esperanza de un nuevo
comienzo.
La policía traslado a una anciana a este lugar |
Margarita
lo hizo. Durante 11 años estuvo en la lista de desaparecidos del país. Un día
dejó a sus hijos en el hostal en donde se hospedaba y empezó una nueva vida en
otra provincia. La violencia de su expareja, la pobreza y una depresión
emocional fueron sus motivos.
Según la
Dirección de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones,
Extorsión y Secuestro (Dinased), el 65% de las desapariciones que se
denunciaron en el país hasta abril no están ligadas con hechos delictivos.
"Son personas que, con plena conciencia y voluntad, ven en su (auto)
desaparición una salida a sus problemas", aseguró Carlos Alulema, director
de la Dinased.
Yolanda
Cerón tiene 10 años trabajando con estas historias. A la casa hogar en que
labora, en el sur de Quito, llegan entre dos y tres menores de edad cada
semana. Todos huyen de sus problemas. En temporada de final del año lectivo
pueden llegar hasta cinco. "Los menores buscan salir de hogares violentos,
en donde no reciben amor y no hay comunicación", explicó la trabajadora
social.
Según
datos de la Fiscalía hasta septiembre pasado, el 68% de los adolescentes
abandonó su casa por problemas en el hogar. Otro 7% lo hizo por problemas en
sus estudios.
Pero
también las personas que en apariencia tienen una la 'vida perfecta' (sin
deudas y con padres amorosos) dejan de la casa. Sin motivos aparentes, se van
sin dejar rastro.
Luis
Sigcho es el presidente de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas
Desaparecidas en Ecuador (Asfadec).
Su hijo
Luis Daniel tiene ocho años sin regresar a casa. La última vez que uno de sus
hermanos lo vio fue en las afueras de una discoteca que ya no existe.
Con cada
año que ha pasado, Sigcho aún no pierde la esperanza de que el joven lo llame.
No sabe si se lo llevaron o los abandonó. Algunas veces le escuchó decir que
quería cambiar de vida. "Si no quiere, nadie le puede obligar a regresar,
pero al menos que me llame". Sigcho espera algún día tener noticias de él.
La
incertidumbre y la angustia es el motor que mueve una búsqueda desesperada. Los
padres de un joven universitario, sus amigos y sus compañeros inundaron la
semana pasada las redes sociales con la foto del joven. Desde la misma tarde
que no contestó su teléfono empezó su búsqueda.
Recorrieron
la ruta que debía tomar para llegar a la universidad, fueron hasta en el sur de
la ciudad, a unos 20 kilómetros de su casa. Su foto apareció pegada en el
interior de buses, en las paredes, postes y paradas.
Tres días
después el joven llegó a la casa de su primo, en la Costa. Estuvo en la playa.
Se había ido por su cuenta.
Según la
versión que publicó el ministro del Interior, José Serrano, en su cuenta de
Twitter, sus motivos fueron personales: "Quería dejar todo atrás".
No es el
único que ha deseado cambiar de vida. Roland se encontró ayer con su padre
luego de tres años de haber desaparecido misteriosamente.
Su papá,
en una rueda de prensa ofrecida en la Dinased, explicó que nunca antes notó un
signo o algo que le alertara que su hijo iba a dejar la casa. En ese tiempo el
joven estuvo viajando por América Latina. Nunca llamó a sus padres. Mientras la
Dinased los reencontraba, el progenitor supo que ya era abuelo.
"Para los padres es la mayor alegría
encontrar a un hijo perdido. Sea el motivo que sea, haya hecho la peor
estupidez, no hay nada como verlos regresar a casa", explicó el papá de
una adolescente que el año pasado fue reportada como desaparecida.
Luego de
unos días de búsqueda y tras difundirse su foto por las redes sociales, la
Policía la halló en un parque, a más de 4 000 kilómetros de su hogar. Se había
ido por su cuenta junto con otra amiga del colegio.
El
progenitor prefiere no revelar su nombre. "La gente fue muy cruel luego de
que mi hija apareció. En las redes sociales se publicaron burlas con la imagen
de mi hija", dijo.
Para este
hombre, la angustia que en esos momentos experimentan los familiares es tan
legítima, como el deseo de ayudar de los ciudadanos. "No sé cómo la gente
puede sentirse burlada cuando la Policía encuentra a una persona sana y salva
que quiso desaparecer. Como padres damos gracias porque no los encontramos
muertos y en parte es gracias a esa solidaridad".
A diario, en el albergue San Juan de Dios,
ubicado en el centro de Quito, llegan personas que están desaparecidas. La
médica Natalia Rivadeneira aseguró que el hogar acoge a personas de la tercera
edad y con algún tipo de discapacidad. Sus desapariciones tampoco están
relacionadas con actos delictivos. Según la experta, se trata de personas que
no recuerdan cómo volver a casa o que decidieron dejar el hogar. Algunos de los
huéspedes que llegan ese sitio estuvieron deambulando por las calles o se
trasladaron desde otras provincias a la capital.
El año
pasado 134 de estas personas reportadas como desaparecidas se reinsertaron en
la familia luego de una terapia psicológica. "Encontramos a sus parientes
y les hicimos comprender que los extrañan".
En contexto
Las
desapariciones que se denuncian en el país tienen diferentes raíces. Un 65% son
por motivos personales, por los deseos de una persona en desaparecer. En los
adolescentes se deben a problemas en el hogar o en sus estudios o al ser
víctimas de la violencia.
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