1 de mayo de 2013

Sin rastros, sin pistas

Luis Sigcho desapareció en la ciudad de Quito
“Los amigos del barrio pueden desaparecer,
los cantores de radio pueden desaparecer.
Los que están en los diarios pueden desaparecer,
la persona que amas puede desaparecer”.

Cerraron el caso luego de 45 días, la Fiscalía no encontró ninguna pista, ningún indicio y cerró el caso, pero esta respuesta sin respuesta no dio paz a la familia. Ellos se movilizaron a provincias de la Sierra y de la Costa indagando a las personas, buscando una razón, de si alguna vez lo vieron al muchacho circular por las calles, pero no, nadie lo había visto. Han transcurrido 5 años y Luis Sigcho aún sigue desaparecido.

El joven quiteño que vio la luz en 1983 desapareció el sábado 4 de octubre de 2008. Su padre, Luis Humberto Sigcho, recuerda que su hijo salió a festejar el cumpleaños de su hermano en la discoteca El Palco, ubicada en San Rafael. La reunión concluyó a la 01h00 y ante la ausencia del taxi, que no llegó, Luis se adelantó del grupo y caminó dos o tres cuadras más. Fue la última vez que lo vieron. “No sé si se lo llevaron a la fuerza, lo mataron o qué pasó. No hay respuesta ante esta desaparición”, dijo Sigcho, quien no solo es padre de un ser querido desaparecido, sino que forma parte y es el presidente de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en el Ecuador (Asfadec)  que hoy se muestra como una organización que brinda fuerzas a los familiares de desaparecidos y a su vez es una instancia de apoyo mutuo para exigir a las autoridades que investiguen.

Un día a las afueras de la Fiscalía, Sigcho se encontró con cuatro familiares de personas desaparecidas y que de quienes, de igual manera, la Fiscalía había cerrado el caso. Ese fue el inicio de Asfadec, que ha realizado una serie de plantones en la Plaza de la Independencia, en el Ministerio del Interior, en el Ministerio de Justicia y la Fiscalía exigiendo respuestas sobre la desaparición de sus hijos.

A partir de la organización y de los plantones han logrado que se cree una comisión de investigación especializada. “Cada caso será analizado en un día, de forma individual. Por ejemplo el 8 de abril se entregó todos los documentos de la investigación y hasta dónde llegó ésta, para poder reabrir el caso. Se designó al Agente fiscal del Cantón Rumiñahui para que continúe la investigación”, señaló Sigcho.

“Es una desesperación lo que se siente, no se lo puedo explicar”, dice Luis mientras tiene en sus manos una carpeta con hojas volantes, oficios y posibles acuerdos. No sabe en qué terminará su historia, pero recuerda que su esposa tuvo altos grados de depresión. “Al principio ella también quería desaparecer o morirse para encontrarse con el hijo, si es que estuviera muerto. Esa es la desesperación del día a día, pensando en si regresará o algún día lo volveremos a ver”.

Leonor Ramírez desapareció el 29 de abril de 2011
Aunque se reabran los casos o se cierren, los familiares no dejarán de buscar a sus seres queridos, en cada rincón, si fuera posible. Paulo Cabrera busca a su madre, Leonor Ramírez, quien desapareció hace dos años. Nunca más la volvieron a ver. Dicen que la han visto por aquel terminal, por aquella plaza, por esa calle, en esa provincia… pero cuando van al lugar, no está. Nadie la ha visto y otra vez empiezan la búsqueda, dijo.

Llevan alrededor de dos años buscándola, desapareció el 29 de abril de 2011. Lo último que saben de su paradero es que salió con su balde de cuatro litros desde la calle 5 de Junio hacia La Tola, donde María, su primera hija. Casi todos los días hacía esta rutina: se levantaba, lavaba la ropa y cogía su balde con dirección a La Tola. Allí colocaba los residuos de los alimentos para llevarlos como comida para su perrito, y a eso de las tres o cuatro de la tarde siempre regresaba a casa, pero aquel 29 no lo hizo.

Su esposo, César Cabrera, fue el primero que notó que su esposa Leonor no había vuelto a casa. Llamó a María, pero Leonor tampoco estaba allí. Desde aquel día la incertidumbre, el dolor y la tristeza visitaron a la familia Cabrera Ramírez.

Se encuentran reunidos y al costado de la sala, de la casa ubicada en el sector de La Basílica, se observa allí un recuadro lleno de momentos capturados: fotos de reuniones, cumpleaños, fiestas y una gigantografía que porta el rostro rancio y la mirada profunda de Leonor, una mujer, una esposa, una madre, una abuela que ya no está más. Ella en el mes de noviembre cumplirá 75 años, el cumpleaños 74 lo pasó alejada de su familia.

María, Isabel, Diego, Paulo y Martha se encuentran sentados y en cada momento recuerdan a su madre, o como dice Martha: su madre-abuela. Todos tienen algo en común, su mirada triste y la nostalgia del ayer. Pero se encuentran unidos para buscar a su madre. “En mi sentido le siento que está viva”, dijo Diego, mientras Isabel desea que se haga justicia y que les ayuden a encontrar a las personas que están desaparecidas, “lo único que yo deseo es encontrarle a mi madre, ya sea bien o ya sea que se haya ido, pero lo importante es saber algo”.

“Leonor es una mujer muy activa pese a su edad, le encantaba caminar. Ella ayudaba a desgranar, a limpiar, siempre estaba ayudando a la gente”, dice Martha, su nieta. Pero la edad que aqueja a todos le llegó, “se le identificó principios de Alzheimer, momentos se perdía y luego regresaba a la lucidez”, añadió. Ante esta situación y como medida de seguridad habían resuelto llevarle a un asilo, pero no logró concretarse esta idea, su madre desapareció.

Años atrás Leonor se había extraviado pero siempre la encontraban, o la Policía le iba a dejar a la casa, pero esta vez ya no fue así, para Isabel “su madre está desaparecida, no extraviada, porque si lo estuviera ya existieran noticias de ella, pero no hay ninguna”, comentó.

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