Espacio de mis andares.
Infinita sombra de mis que haceres.
Te miro hijo mío en las calles,
en los restaurantes, en a las universidades.
Todos se parecen a vos y ninguno es tanto
en mi vacío.
Te acarició en los libros que escribiste,
en los dinosaurios que trajiste a casa,
en los fósforos con que prendiste la cocina los
días de nada en la lacena, en las páginas
que me quedaron por vivir junto a tus hermanos.
A veces me despierto hijo mío y voy a tu cuarto,
a ver si has llegado.
Ayer creí que entrarías a saludarme
y esta tarde te esperaba como quien espera al niño de sus sueños, de sus amores.
Tus amigos han venido a verme; me dicen que habrán palabras sobre vos
después de veintiún años, pero prefiero caminar hasta la plaza a reclamar
tu presencia en mi vida, en mi casa.
Contenido publicado originalmente en:
Gustavo Garzón Guzmán
Más allá de la transparencia
Casa de la Cultura Ecuatoriana 2011
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