Quito despidió ayer, 14 de septiembre de 2016, a Walter
Garzón con un aguacero torrencial, tenaz, que se precipitó a pleno mediodía
sobre el centro de la ciudad. “¿Por qué llora tanto?” es un quiteñismo que se
usa en estos casos y reflejaba el sentimiento que nos embargaba a muchos de los
presentes en la Plaza Grande. Como todos los días miércoles los familiares y
amigos de personas desaparecidas nos encontramos allí a
compartir nuestro dolor, a expresar nuestra inconformidad, a exigir de las autoridades:¡JUSTICIA Y VERDAD¡
Homenaje a Walter Garzón en la Plaza Grande. Foto: Comité |
Teníamos además un un motivo especial para estar allí: la partida de nuestro
querido compañero Walter Garzón, mentalizador y organizador de ASFADEC,
fallecido dos días antes en Bogotá, por problemas de salud atribuíbles al amor
a su hija Carolina desaparecida el 28 de abril del 2012 y a la depresión de no
encontrarla ni tener rastros de ella hasta la actualidad.
Cuando la lluvia arreció no fue
impedimento para que varios participantes decidieran continuar con el evento,
empapándose con el agua que caía a raudales. Ahí permanecieron inconmovibles
Telmo Pacheco, presidente de ASFADEC, su hija, su hermano, el compañero de su
hija. También Luis Sigcho, obrero eléctrico, el primer presidente de la
Asociación; María Eugenia Basantes que busca a su hijo Alexander desde 1994. Ahí estuvo Lidia, megáfono en mano, tratando de que su voz le
ganara en volumen al aguacero, haciendo honor a su apodo de “Dama de Hierro”;
ahí se quedaron Lourdes Gualli, amiga solidaria que nos acompaña cada miércoles; Verónica y Luis con el
retrato de Walter y su leyenda: ¡Los que mueren por la vida, nunca mueren¡
Estuvo un joven amigo solidario con su bicicleta. Si Jaime Guevara no estuviera
impedido físicamente por su accidente, seguramente también habría aguantado el
diluvio. Formaban una imagen épica, barroca, sublime, era como si el tiempo se
hubiera detenido. El tiempo objetivo no existe, solamente el que marca los
episodios más importantes de nuestras
vidas.
La Plaza Grande quedó desierta:
sin jubilados que fueron los primeros en ponerse a buen resguardo, sin turistas
tomando fotos apuradas, sin lustrabotas, sin vendedores de agua de coco, sin
policías metropolitanos en sus nuevos cochecitos, sin chapas, sin pesquisas,
sin provocadores ni acólitos luciendo sus camisetas verdeflex. Las bandas y las
fanfarrias contratados por el alcalde para publicitar sus megaobras de cables y
cemento también se callaron. La marcha de los moradores que protestaban contra
la grandes obras de hierro y cemento se disolvió. La Plaza quedó tan desierta
que dio la impresión de que hasta el poder había desaparecido. Por un segundo
se me cruzó la idea de organizar una fiesta con mis amigos anarquistas.
Guareciéndonos en el portal
arzobispal acompañábamos el gesto heroico, los mortales comunes y corrientes
que no estuvimos dispuestos a mojarnos. A mi lado se encontraban Doña Clelia,
madre de Camilo Tobar, y su amiga; casi nunca faltan a los plantones, las dos
sobrepasan los ochenta años y estaban preocupadas porque el servicio del trole
se había suspendido. Pero luego todo volvió a la normalidad. El problema fue
recoger las pancartas y los retratos empapados de las decenas de desaparecidos
cuyas familias han autorizado se los exponga en los eventos de ASFADEC. Otras
fotos de desaparecidos ya no se exponen porque sus familiares prefieren
cobijarse en otra organización paralela formada por gente cercana al gobierno.
En las pancartas hay personas de toda condición, pero predomina el grupo de las
mujeres jóvenes que según las estadísticas oficiales corresponden a la gran
mayoría de las personas desparecidas.
En esta grave problemática social
de la desaparición de personas, que forma parte de un contexto social de
maltrato y violencia, la presencia y la actividad de Walter Garzón y de ASFADEC
han marcado un antes y un después.
Antes, cada familia por separado trataba de
buscar a sus seres queridos en la más completa soledad, confiando en que las
entidades del Estado relacionadas con el tema hicieran algo por buscarlos.
Desde mediados del 2012, gracias a la organización, la movilización y la
presión de los familiares, se han obtenido logros como una campaña de recompensas
por los medios de comunicación, la conformación de una unidad especializada de
la Policía para la investigación de estos delitos (DINASED) e inclusive
entrevistas semestrales con el Presidente de la República y las autoridades
competentes para dar seguimiento a algunos casos en investigación. Sin embargo,
para que las buenas intenciones y las entidades creadas se traduzcan en
resultados concretos, falta mucho trecho todavía. De todas maneras el camino
está iniciado, se ha generado la conciencia de que la unidad hace la fuerza.
Por eso el lema de ASFADEC dice: ¡Solos los perderemos¡ ¡Unidos los
encontraremos¡ Walter lo ideó.
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